«Es que yo soy así»
«Es que yo soy así». Esta frase, que seguramente has pronunciado más de una vez en tu vida, sale frecuentemente en las consultas que atiendo. Es por eso que hoy me apetece reflexionar sobre ella.
Sentenciamos en muchas ocasiones una situación, un conflicto relacional o un comportamiento determinado con esta afirmación, y con eso ponemos el punto y final que necesitamos.
Pero, en realidad, ¿qué necesitamos?
“Es que yo soy así” no solo es una reafirmación de nuestro ser actual, de nuestra identidad, sino también, en ocasiones, puede ser un mecanismo de defensa que nos permite justificar un comportamiento o una actitud determinada para el que no encontramos argumentación firme que lo defienda, al menos, desde nuestro propio sistema de creencias y valores. Y, como no somos capaces de encajar en otro punto de vista sobre nosotros mismos, nos defendemos y justificamos de esta manera.
Además, con esa afirmación dejamos claro al entorno que no hay posibilidad de cambio, ni en el plano comportamental, ni en el actitudinal.
Lo interesante de esta afirmación categórica es cómo se relaciona con nuestro sistema de creencias y valores y cómo influye en todo lo que acontece en nuestra vida.
Observa ahora la siguiente imagen y date cuenta de la relación que existe entre tu identidad (tu “yo soy”) y el resultado de tus actos y comportamientos.
Como has podido observar, ese “yo soy así” está marcado por tu identidad, por lo que crees que eres en ese preciso momento, por ese rol dominante que se ha apoderado de ti. Esa faceta te encierra en una determinada manera de verte, en una situación concreta, en una forma de observar tu realidad o de vivir tus circunstancias. Además, ese rol (eso que crees que eres en ese momento) condiciona tus pensamientos, tus emociones, tus actos y el resultado de los mismos.
Cuando dices “yo soy así” solo describes tu jaula mental (Alejandro Jodorowsky)
Gran parte del sufrimiento que padecemos en algunas circunstancias de nuestra vida (muertes de seres queridos, separaciones o divorcios, situaciones de desempleo o cambio de trabajos, incluso adentrarse en la paternidad o maternidad o transitar por la adolescencia o la mediana edad entorno a los 40 ó 50 años) está relacionado con momentos en los que nos vemos obligados a reelaborar nuestra identidad.
Era hija/o, hermano/a y ya no lo soy (por fallecimiento de mis padres, hermanos, etc…)
Era empleada/o y ya no lo soy (por pérdida o cambio de trabajo)
Era mujer/marido o pareja y ya no lo soy (por separación o divorcio)
Era padre/madre de niños y ahora son adolescentes o adultos (y ya no me necesitan igual, no soy la misma persona para ellos)
Etc, etc…
El tránsito de una identidad a otra nueva (a veces, sin ni siquiera referentes o modelos anteriores cercanos) es complejo y conlleva su tiempo. Requiere de cambios relativamente profundos a nivel de creencias y supone ampliar nuestra capacidad de autorregulación emocional. Además, como si de la transformación de gusano a mariposa se tratara, no está exento de dolor por la pérdida de la identidad anterior y de miedos, incertidumbres e inseguridades ante la nueva identidad a elaborar.
Identificar estos momentos, conocer estos tránsitos y respetarlos, trabajando en ellos de forma proactiva, es esencial para completar sanamente ese proceso de autotransformación.
Si estás pasando por algo así y tu circunstancia vital determinada requiere que reeleabores tu identidad. Si tu “es que yo soy así” ya no te vale para justificarte y te mantiene anclado/a en roles familiares, profesionales o relacionales que ya no te sirven. Si tu «ser así, como eres ahora» te genera más malestar que bienestar y comienza a afectar a varias áreas de tu vida. Y, sobre todo, si quieres avanzar y evolucionar en tu autoconocimiento para construir tu nuevo ser actual, quizás es el momento de buscar ayuda profesional y hacerlo de manera consciente y acompañado/a. ¿Lo hablamos en consulta?