Heridas emocionales de la infancia
A poco que el desarrollo de una consulta psicológica se va produciendo, suelen brotar los pequeños o grandes traumas que nos ha dejado nuestra infancia. Independientemente del motivo por los que vayamos a consulta, el trasfondo se deja ver y, en las primeras sesiones, se comienzan a vislumbrar esas emociones enquistadas que no se han resuelto adecuadamente y que ahora en la adultez siguen doliendo. Las denominamos heridas emocionales de la infancia.
Todos, sin excepción, aunque tengamos recuerdos de una infancia feliz y grata, arrastramos pequeñas heridas y cicatrices emocionales de aquellos momentos. Nuestros padres no fueron perfectos y vivieron su paternidad o maternidad desde una perspectiva distinta a la actual. Lo hicieron lo mejor que supieron, lo mejor que pudieron. Y en ese intento admirable de ser incluso mejores que sus propios padres, no tuvieron más remedio que sobreponerse a sus propias circunstancias (que nunca son perfectas) y es ahí donde, quizás, tal vez, esa relación que mantuvimos con ellos en los primeros años de vida, nos produjeron esas heridas emocionales que hoy hemos heredado.
Unas herencias que, si se viven y se sienten de manera inconsciente, puede estar cargadas de rarezas, aparentes sinsentidos y, posiblemente, pocas o muchas dosis de desagradable sufrimiento. Sin embargo, si somos capaces de vivir esa herencia desde la consciencia y el autoconocimiento, puede suponer un trampolín de crecimiento personal inigualable.
Lise Bourbeau, en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo”, analiza cinco emociones conectadas con esas cinco huellas emocionales que se produjeron en nuestra infancia. Emociones que pudieron estar inadecuadamente gestionadas y que ahora, ya en nuestra adultez, puede que no nos permitan expresar nuestro yo esencial y, en consecuencia, dificultar nuestro desarrollo y crecimiento psicológico natural.
- Abandono
- Rechazo
- Humillación
- Injusticia
- Traición
Recomiendo la lectura de este libro con el único fin, sencillamente, de tomar consciencia. De permitirnos abrir nuestra mente y bucear en algunos océanos emocionales que pueden que nos ofrezcan explicaciones y entendimientos acerca de cómo actuamos y cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestro entorno en la actualidad.
Para terminar, te propongo observar en ti estos detalles y chequear si suelen estar presentes en tu día a día:
- Miedo evitativo a sentir alguna de esas cinco emociones referidas.
- Sentimientos constantes de culpa y necesidad compensatoria de la misma.
- Dificultades para poner límites, para pedir ayuda, para expresar necesidades propias.
- Sensaciones frecuentes y/o constantes de vacío y soledad.
- Problemas de confianza y autoestima en uno o varios ámbitos (familiar, social, laboral…)
Si te identificas con tres o más de estas afirmaciones, quizás es momento de revisar esas heridas emocionales que, probablemente, provienen de tu infancia. Quizás es momento de acudir a un/a profesional y aprender a reconocerlas, gestionarlas y sanarlas para afrontar una adultez más plena, más coherente, más alineada con tu esencia. Tal vez este es tu momento. ¿Lo hablamos en consulta?